YOGA EN LA RED
¿La práctica del futuro?
Ante el enclaustramiento, el ser humano es capaz de crear maravillas.
También, el instinto de supervivencia se activa hasta tal punto que empiezas a idear la manera de seguir sobreviviendo.
Como profesora y directora de la escuela de yoga, Shiva&Shakti Yoga Live, os puedo asegurar que son múltiples las ideas que se me ocurren de cara a seguir en mi trabajo: clases de yoga, videos grabados, clases on-line, Instagram, YouTube, etc… Como veis me he puesto las pilas con todo ello, y lo he conseguido. Estoy centrada con mi labor a distancia, con dos computadoras, usando kilómetros y kilómetros de algún tipo de fibra que desconozco, operando a través de algún satélite y compañía de teleco que me permiten conectar con las personas que van a practicar conmigo, y lo mejor de todo, es que nuestro trabajo continúa.
No obstante, ante una situación excepcional.
Son recursos que elijo porque no me queda otra y ¿Para qué?… eso es, ¿Para qué? Esta es la pregunta a la que he llegado después de varios días haciéndome a la idea de que no podía seguir al alumnado presencialmente. ¿Para qué quiero proseguir dando clases de yoga?
Los que ahora tenemos alrededor de 40 años, hemos recibido una educación basada en la obediencia, no hemos aprendido a cuestionar las cosas ni propias ni ajenas. Hemos aprendido a hacer lo que se nos dice, aunque nuestro interior lo viese de otra manera. Hemos aprendido a obedecer también a nuestra parte más condicionada, haciendo oídos sordos a nuestro yo más
auténtico. No sabemos cuestionar, sabemos obedecer. Pero esto puede cambiar. Por lo tanto, cualquier pregunta que nos hagamos de una manera honesta, sincera e inocente, va a traer una respuesta de la misma naturaleza. Esto lo podemos aplicar en diferentes ámbitos de la vida: con la pareja ¿Para qué sigo con esta persona?, Con el trabajo ¿Para qué realizo esta labor? Con la residencia ¿Para qué vivo en este lugar? Es decir, ante lo que tenemos y en lo que hacemos, podemos aplicar la honestidad en cada momento que nos toque decidir.
Entonces, en el ámbito que a mi me compete, en relación con mi labor como profesora de yoga, recibo una respuesta clara y rotunda a esta pregunta ¿Para qué elijo seguir enseñando yoga? La respuesta es la siguiente: ahora más que nunca es necesario hacerlo, pues el yoga y la meditación facilitan ser un robusto pilar ante el huracán de las emociones. En ese pilar pueden sujetarse las personas de nuestro alrededor,
aquellas que no tienen una situación fácil y sobre todo las que no tienen herramientas para sostenerse. Esto no quiere decir que nos volvamos inmunes al miedo, pero practicando yoga y sobre todo meditación, evitamos que el miedo nos arrastre.
Por eso quiero seguir ahora enseñando yoga, para acompañar a las personas a experimentar su yo más sincero y así despierten del sueño de la individualidad activando su compasión hacia los demás.
Por supuesto que yo tengo que pagar facturas, y alquileres y letras. Pero realmente, ganar dinero, no es el motor de mi labor. Confío profundamente en que no me faltará de nada mientras esté en el camino de mi Dharma donde he llegado aprendiendo a cuestionar y a cuestionarme.
Pues ahora, me encuentro que los alumnos y alumnas a los que suelo acompañar, a los que tanto amo. Sinceramente, es amor lo que se despierta en ese contacto presencial. A través de internet, de la misma manera como si nada hubiera sucedido incluso después de todo lo que está ocurriendo. Esto me emociona y siento cada vez más ganas de volver a verlos, abrazarles, tocarles y ofrecerles clases de verdad, presenciales.
Las clases de yoga de verdad son presenciales. Es increíble la magia que aflora del contacto entre los seres humanos cuando nos juntamos presencialmente, y esto no se puede comparar con nada, porque la piel es una mera barrera solamente visible a los ojos. Cuando uno está caminando hacia adentro junto con varias personas más en el mismo lugar, desaparecen las barreras y aflora lo auténtico que se funde con lo auténtico de quien tienes al lado sin que aparezca el yo, mi, me, conmigo. Esta es la verdadera magia de la presencia en directo.
Un SI a las clases online, ya grabadas, instagran, youtube, pero solo ¡¡¡mientras no podamos salir de nuestras casas!!! Cuando podamos salir, ¡¡¡clases presenciales!!!, con las personas a nuestro lado, sintiendo su respiración a la par de la nuestra.
Que este lapsus de la cuarentena, no nos confunda. Ni a los profesores ni a los alumnos.
Profesores de yoga:
Está muy bien que nos actualicemos y nos abramos a nuevas formas de enseñar, pero estas no han de sustituir la presencia, que es completamente necesaria en el acompañamiento. El contacto directo es indispensable, reparador, inspirador a partes iguales. Puede que en este momento algún profesor de yoga se esté planteando seguir dando sus clases online, incluso aunque haya pasado la cuarentena y podamos salir de
casa. Claro, si lo piensas bien, puedes dar clases a muchas más personas de las que cabrían en tu centro, les cobras de la misma manera o un poco menos, no pagas alquiler de sala ni demás gastos, ni te tienes que desplazar, y ni siquiera tienes que estar dado de alta como autónomo, si todo muy bueno para ti, pero ¿es lo mejor también para tus alumnos? ¿Estás cuidando a tu alumnado? Tu alumnado, querido profesor, son las personas que confían en ti y harían lo que les pidieses, por lo tanto, se responsable y mira más allá de tu ombligo.
Alumnos de Yoga:
Y sobre todo que no os den gato por liebre. Algunas personas se acercan por primera vez a nuestra escuela de yoga y nos dicen que hasta ese momento solamente han practicado con videos de internet, y cuando tienen la primera experiencia presencial, alucinan mucho. Sobre todo, según te cuentan después, por el acompañamiento, la asistencia, la adaptación de la práctica a sus necesidades y el trato personal. Un consejo querid@s alumn@s, aprended a cuestionar incluso a vuestro profesor/a de yoga,
aunque parezca un ángel sobre la tierra, porque te aseguro, que es una persona igual que cualquier otra. Lo único que puedes notar diferente, es lo que el yoga a hecho por el/ella, y no me refiero a que sea capaz de poner sus pies tras la cabeza o levitar, si no, que le ha ayudado a estimular su capacidad de generosidad y gratitud. Y, sobre todo querid@ alumn@, aprende a cuestionar la idea que tienes de el/la profesor/a, contemplando el equilibrio entre lo que te ofrece y lo que tu le das. Cada uno ya sabe que la dependencia en cualquier relación es contraproducente y es una historia que casi siempre termina mal.
En mi experiencia desde hace 20 años como alumna de yoga y meditación, nunca había sucedido algo así, el confinamiento. Es cierto que en ocasiones he practicado yoga con algún video de youtube, quizás 6 veces en toda mi vida. Pero no contemplo la posibilidad de practicar yoga ni siquiera mensualmente ante una pantalla. Además, los primeros años de práctica, cuando acudía a clase, recuerdo que lo mejor fueron mis compañer@s, que, aunque no hablásemos mucho, solo su presencia estimulaba lo mejor de mi, y llegamos a crear un vínculo muy fuerte y sincero. Esto es lo que más me animó a hacerme profesora de yoga.
Y, desde mi humilde opinión, pero acogiéndome a la responsabilidad que siento en relación con este tema, aunque la profesión como profesor/a de yoga haya sido integrada en deportes, los que la ejercemos con rigor sabemos perfectamente que una clase de yoga no se limita a dar una instrucción, …levanta un brazo, lleva el pie más atrás, ¿únicas indicaciones presentes online en la práctica de asana? Si no que se trata de:
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Mantener tu práctica viva: practicar cada día dejando que tu interior te guíe hacia el abastecimiento de sus necesidades. Por coherencia, evita utilizar tus clases para hacer tu propia práctica. Mira a las personas y, aunque no necesiten asistencia, comparte tu silencio y tu presencia con ellas. Estas ahí para ellas, es tu labor, tocando tierra: estas cobrando por ello.
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Cuestionar tus propias acciones: no des por hecho que te gusta lo que haces, ni siquiera que lo haces por bondad. Ser humilde es, ser capaz de ver que no eres humilde. Evalúa de vez en cuando si el timón de tu barco a cambiado el rumbo y sigue dirigiéndote hacia donde quieres.
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Recolocar tu lista de prioridades en tu labor como docente: desde donde trabajas, que parte de ti mism@ estás alimentando con tu labor, que lugar ocupa el bienestar de tus alumn@s y, sobre todo, para que lo haces.